San Ignacio Miní 2024

Texto histórico: Lic. Esteban Snihur | Adaptación: Arqueol. María Alejandra Schmitz

Las Misiones Jesuíticas de Guaraníes

Bienvenidos a la Reducción de San Ignacio Miní, lugar donde podrá comprender integralmente el fenómeno histórico de las Misiones de Guaraníes.

 

Entre los años 1608 y 1817, en territorios que hoy comprenden los países de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se desarrolló uno de los más impactantes episodios de la historia de la humanidad: Las Misiones Jesuíticas de Guaraníes, una experiencia social, cultural y religiosa única en su tipo, iniciada por la Compañía de Jesús. Un modo de organización y un proyecto que fue admiración y asombro para los que soñaban con la utopía de una sociedad justa e igualitaria, mientras que despertaba sospechas en aquellos que detentaban el poder político en el mundo colonial hispánico.

Debilitados los pueblos guaraníes luego de la expulsión de los jesuitas, decretada por el Rey Carlos III en el año 1767 y finalmente saqueados, destruidos e incendiados por las invasiones portuguesas y paraguayas en el año 1817, pervivió el extraordinario ejemplo de una experiencia inédita que hoy se nos manifiesta en la riqueza arqueológica, artística y urbanística de los conjuntos jesuíticos. Una herencia cultural que se proyecta en una geografía, en la toponimia y en un patrimonio tangible e intangible que se expande más allá de las fronteras de la región y que se constituyen en trayectos culturales, como ser “La Ruta Jesuítica” o “Camino de los Jesuitas”.

El Conjunto Jesuítico de la Reducción de San Ignacio Miní.

Usted está ingresando a un sitio declarado Monumento Histórico Provincial, Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Las ruinas de San Ignacio Miní fueron restauradas durante la década de 1940, siendo la primera experiencia en su tipo en Misiones, planificadas y llevadas a cobo desde la Comisión Nacional de Sitios, Lugares y Monumentos Históricos de la Nación. El arquitecto Carlos Luís Onetto fue el responsable de las obras de intervención. Durante el transcurso de los años de intervención se procedió al desmalezamiento del área de las ruinas y a la restitución de las estructuras afectadas por los derrumbes. De este modo se lograron restaurar el templo, la residencia, los talleres, el cercado del cementerio, el cotiguazú y el área de viviendas. Simultáneamente a las obras de intervención el mismo arquitecto Onetto realizaba la investigación documental a los fines de dar sustento a las restauraciones que se emprendían.

En las décadas siguientes continuaron las intervenciones, esta vez de carácter puntual, pero siempre tendientes a contener y evitar el desplome de las estructuras existentes.

 

Frente a usted se encuentra la distribución de la planta urbana de la reducción con sus edificios más importantes: 1- Iglesia, 2- Cabildo, 3- Residencia de los Padres, 4- Patio de los Padres o Primer Patio, 5- Plaza, 6- Área de viviendas entorno a la plaza, 7- Talleres y segundo Patio, 8- Cementerio, 9- Cotiguazú o Casa de viudas y huérfanas, 10- Huerta, 11- Posada.

Los diferentes asentamientos de la reducción.

La reducción de San Ignacio Miní fue fundada en el año 1610 en el Guairá por los Padres Cataldino y Maceta. Atacada por los bandeirantes, junto a Loreto emigra en el año 1632 y se establece a orillas del arroyo Yabebiry, para establecerse definitivamente en el año 1696 en el sitio en el que hoy usted se encuentra frente a sus ruinas.

La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola en 1540, surgió durante la Reforma Católica en una Europa marcada por debates teológicos debido a la Reforma Protestante. Su objetivo principal era expandir el catolicismo en un mundo que las potencias europeas comenzaban a explorar y colonizar.

¿Cómo veía a América un jesuita? Los jesuitas veían a América como un vasto campo de acción pastoral, lleno de almas esperando ser salvadas por el Evangelio. Regiones como el Paraná, el Uruguay, el Tapé y el Guairá, con sus ríos anchos y selvas densas, despertaban en ellos un espíritu de apostolado que Europa ya no incentivaba. Para muchos jesuitas, el viaje a los pueblos guaraníes era sin retorno, dedicando su vida a evangelizar y guiar a los guaraníes hacia una vida basada en los principios del Cristianismo.

¿Cómo vivían los guaraníes previo a la llegada de los jesuitas? Los guaraníes eran pueblos migrantes que vivían en tierras fértiles de la costa atlántica y la cuenca del Río de la Plata. Cultivaban maíz, mandioca dulce, batata, calabazas y porotos, complementando su dieta con caza y pesca. Habitaban en casas comunales y se adornaban con pinturas, tatuajes, plumas y colmillos de animales. Aunque compartían una lengua común, el avañeé, y lazos de parentesco, no constituían una entidad homogénea. Se llamaban a sí mismos “avá” y consideraban a otras poblaciones como inferiores, a veces integrándolas como esclavos y practicando la antropofagia ritual.

Vista general de la plaza y disposición urbanística.

Desde aquí Usted puede apreciar los componentes de la reducción muy claramente diferenciados espacialmente: a su derecha la plaza, en tres de sus lados las cuadras con las tiras de viviendas, en el otro costado al fondo de la plaza, en forma lineal y ordenada, dispuestas de derecha a izquierda, el cabildo (frente al cementerio), el cotiguazú (en un segundo plano al costado derecho del cementerio), el cementerio, el templo, la residencia o colegio, los talleres y la huerta (en segundo plano detrás de esa primera línea de edificios). Salvo alguna mínima variante, de ese modo se estructuraba urbanísticamente una reducción jesuítica.

Las reducciones jesuíticas se organizaban en torno a cuatro elementos clave que emitían un mensaje constante:

La Plaza: Elemento central que simbolizaba la comunidad y la pertenencia. Todo confluía allí, incluyendo calles y caminos. Destacaba un símbolo de poder, el Rollo.

La Calle de Ingreso (en sentido Norte – Sur): Conducía a la plaza y enfrentaba la fachada del templo, simbolizando la meta de la evangelización y la Iglesia.

El Templo: Regulaba la vida cotidiana con celebraciones religiosas y las campanas que marcaban las tareas diarias.

La Calle Principal (en sentido Este – Oeste): Dividía el pueblo en dos: el ámbito secular y el sacro, reflejando el equilibrio y orden del sistema reduccional jesuítico.

Rollo de Justicia.

En este lugar, se destaca un símbolo de Poder, del poder instituido: el Rollo, símbolo de la obediencia a las normas y del castigo a la desobediencia. El rollo se representa con una columna tallada en piedra arenisca de forma cilíndrica, apoyada sobre una laja de forma cuadrada.

Casa larga Guaraní. Interior de una casa.

Las viviendas indígenas se organizaban por cuadras, las que estaban ocupadas por los diversos cacicazgos que integraban la reducción. Los caciques y sus familias ocupaban las viviendas más próximas a la plaza, las que generalmente eran las mejores al estar construidas íntegramente en piedra. Luego seguían tiras de viviendas compuestas de piedra y adobes, de adobes y de tapia francesa, estas últimas muy precarias. La tira de vivienda indígena rememoraba la antigua “casa larga” comunal de los guaraníes prehispánicos, aunque en el caso de las reducciones era dividida en varias celdas o habitaciones como expresión de la imposición del modelo de familia monogámica propia del cristianismo. Cada familia poseía una sola habitación, la cual servía para todas las funciones: de día como lugar de estar y de diversas actividades, y de noche, colgadas las hamacas en las paredes, como dormitorio.

Cabildo indígena.

Se ubicaba en una de las tiras de vivienda que bordeaban la plaza, con la única característica distintiva de poseer amplias habitaciones que servían para las reuniones de los cabildantes. En su interior sobresalían la mesa de los cabildantes, el retrato del Rey, los estandartes reales, el archivo con la documentación, los cofres en los que se guardaban las insignias y los trajes de gala de los cabildantes y un pequeño altar empotrado en la pared donde se hallaba generalmente una imagen de la Virgen María o del Santo Patrono de la reducción.

El Cabildo en las Misiones Jesuíticas estuvo regulado por las Leyes de Indias, era una institución política, administrativa y de justicia, instituida por la corona española y que estaba presente en todos los pueblos. Sus cabildantes se elegían una vez por año, en Año Nuevo. Generalmente, las funciones del cabildo estaban dadas por la representación de los distintos cacicazgos, en los cargos de Alcaldes, Alcaldes de Hermandad, Regidores, Mayordomos, Alguacil, Alférez Real y Escribano. Estas distintas funciones estaban ocupadas por caciques.  

Cementerio.

Frente a usted, del lado derecho del templo se encuentra el cementerio, desde el cual se accedía por una de las puertas laterales. Rodeado por muros, con una puerta de acceso que daba a la plaza, su interior estaba dividido en cuatro sectores. En uno se sepultaba a los hombres adultos, en otro a las mujeres, en otro a los niños y en el restante a los párvulos o nacidos muertos. No se utilizaba el ataúd: los difuntos eran sepultados desnudos, envueltos en una mortaja de lienzo y sobre las tumbas se colocaban lápidas con los datos del difunto. En tiempos de epidemias los muertos eran sepultados en las afueras de la reducción, en los llamados “cementerios del campo”, generalmente en tumbas colectivas. Si el fallecido era un sacerdote, cacique o miembro del Cabildo, el cuerpo era sepultado en el interior del templo, como signo de distinción.

Las dos Torres.

En una primera etapa el templo de San Ignacio Miní contó con dos torres campanarios adosadas a la estructura del templo, las que por problemas de estabilidad fueron desarmadas en la primera mitad del siglo XVIII y convertidas una en baptisterio y la otra en capilla del cementerio. En reemplazo se construyó una torre campanario nueva de madera exenta del templo, en el patio de la residencia.

 

Fachada del Templo. Atrio.

En este momento Usted está frente a la fachada del templo, en el atrio que da a la plaza, obra del Hermano José Brasanelli, un célebre escultor y arquitecto que se destacó en las reducciones jesuíticas. Como puede observarse posee un piso de grandes lajas de arenisca. Es un espacio pequeño, si lo comparamos con la plaza, pero es el punto donde confluyen el sector sacro y el sector urbano civil. Aquí se conjugan los dos ámbitos, en medio de la calle que divide al pueblo en dos sectores. Es el lugar donde se impartía catequesis a los niños, es el sitio donde se realizaban las representaciones teatrales en determinadas ocasiones, aquí se realizan las ceremonias de la Semana Santa y aquellas vinculadas con la festividad del Santo Patrono de la reducción. Y en otras ocasiones las ceremonias protocolares de recepción de las autoridades coloniales o eclesiásticas que visitaban el pueblo.

La fachada del templo, que se observa imponente, muestra las aberturas correspondientes a las tres puertas que daban acceso a las naves de la iglesia. Está íntegramente construida en arenisca rosada, una roca propia de la región misionera. La talla en la piedra expresa con toda intensidad el barroco americano, un estilo que se difundió por todos los pueblos misioneros por medio de los jesuitas provenientes de Europa.

En las alturas, a ambos lados de la puerta principal, desplegando sus alas se observa los dos relieves de ángeles con banderas, advierten sobre la sacralidad del sitio. Se destaca el ángel de la izquierda que sostiene en una de sus manos una planta de maíz y en la otra una bandera. Otro hermoso detalle de la fachada, son las pilastras que enmarcan a las puertas, cuyos capiteles se caracterizan por motivos clásicos de hojas de acanto.

En uno de los paños de la pared se observa el monograma de “María”, mientras que en otro de los paños se observa el hueco en que estuviera colocado el monograma de “Jesús Salvador de los Hombres”. Dicha placa tallada en arenisca fue retirada en el año 1901 y llevada a Buenos Aires, quedó depositada en el Museo Histórico Nacional, donde permaneció durante 123 años hasta ser restituida a San Ignacio Miní, para poder ser hoy apreciada en el Museo de San Ignacio Miní.

Pirámide del Poder.

Frente a Usted se encuentran representadas las estructuras socio-política de la comunidad guaraní prehispánica y la comunidad guaraní jesuítica. La imagen de la izquierda muestra la organización tribal previa a la llegada de los jesuitas y a su derecha como se organiza el poder político dentro de una reducción.

Residencia de los Padres.

Se ubicaba contigua al templo y era conocida también como Colegio o Primer Patio. Se trataba de un conjunto de habitaciones que se distribuían en torno a un patio central. Allí se encontraban las habitaciones de los padres curas, la biblioteca, la botica, el comedor, la cocina, la sala de los músicos, y otras reparticiones que servían de oficinas y depósitos del pueblo. El artefacto sobresaliente en el patio de la Residencia era el reloj de sol (hoy desaparecido), con el cual se organizaban los tiempos litúrgicos y laborales de los pobladores de la reducción. La construcción originalmente poseía una planta baja y un entrepiso que sería como depósito. Todo su perímetro se hallaba recorrido por galerías, techadas con amplios tejados y delimitadas del patio por un cerco de balaustradas, cuyos restos podemos observar.

Interior del Templo. Nave central.

El templo se orienta en dirección Norte – Sur, con unas dimensiones de 25,00 metros de ancho por 65,00 metros de largo. Algunos, como el de San Ignacio Miní, Trinidad, Jesús, Santa Ana, estaban construidos íntegramente en piedra. Otros, como el de las reducciones de Corpus Christi, San José, San Carlos, Apóstoles, San Javier, estaban construidos con muros de piedra y adobes. Eran el centro de la vida religiosa de la población y cotidianamente los pobladores pasaban por su interior asistiendo a las diversas celebraciones que se realizaban en el transcurso del día.  En su interior, los caciques y miembros del Cabildo se ubicaban en asientos especiales ubicados frente al altar principal, mientras que detrás de ellos hacia la derecha se ubicaban los hombres y a la izquierda las mujeres y los niños. El interior, iluminado desde la “media naranja” que se abría sobre el crucero, y desde las amplias aberturas que recorrían las paredes laterales, era además invadido por los densos perfumes de los pétalos de flores maceradas en alcohol que se esparcían por el pavimento de baldosas cerámicas durante las celebraciones. Al fondo de todos los asistentes, el coro con los músicos llenaban con voces y ritmos melódicos todo aquel ambiente rodeado de pinturas, esculturas, retablos y molduras barrocas grabadas en las piedras.

Altar. Tumbas. Fundadores. Sacristía.

El altar principal se ubicaba, casi desapercibido, frente al imponente retablo que cubría toda la pared del fondo del presbiterio. Construido en madera de cedro y dorado, albergaba un gran número de imágenes, objeto de veneración del pueblo. Frente al altar yacen sepultados hasta hoy en día los restos de los sacerdotes fallecidos en la reducción: sobre las losas se pueden leer los nombres de los fundadores de la reducción: Joseph Catalldino y Simonis Mazeta. Luego siguen otros nombres: Claudio Lucert, Diego Salasar, Luis Ernote, Hyeronymo Delfín, Andrés Fernández, entre otros más.

Puerta hacia el patio de la residencia.

Usted está frente a la puerta que comunicaba el interior del templo con el patio de la Residencia. Sobre el dintel de la portería puede apreciarse otra obra barroca magníficamente tallada en un bloque de arenisca rosada. Jugando con el emblema de la Compañía de Jesús, ubicado en el centro, aparecen el águila imperial, sirenas, serpientes y vides, en un armonioso diseño de formas y volúmenes.

Portal de acceso a Sacristía.

Este portal, emblema de la reducción de San Ignacio Miní y de las misiones jesuíticas en general, daba acceso a la Sacristía del templo, desde el patio de la Residencia. Con su arco monolítico tallado en una sola pieza de arenisca, desarrolla con una libertad casi absoluta el barroquismo misionero guaraní. Probablemente sea obra, al igual que la fachada del templo, del destacado constructor y artista jesuita, Hermano José Brassanelli. Una posible interpretación de su bellísimo relieve es la representación de cálices vegetales que brotan desde su parte inferior junto al tallado de mariposas con sus alas abiertas libando el néctar de las flores.

Cocina y refectorio.

Estamos frente al los restos del fogón de la cocina de los padres jesuitas. Aquí se preparaban los alimentos para los dos sacerdotes jesuitas encargados de administrar al pueblo. Habitualmente esta tarea era realizada por un indígena cocinero. En frente está la puerta por la que se accede al refectorio o comedor, donde se servía la mesa para los sacerdotes, y en ocasiones para los visitantes. Mientras duraba el refrigerio, algún niño guaraní leía atento alguna lectura en latín, o ejecutaba algún instrumento melódico.

Bodega

Los escalones que Usted observa llevan a la bodega que se hallaba en el subsuelo. El clima cálido subtropical hacía necesario este tipo de recursos para proteger determinados tipos de productos alimenticios, como ser licores, quesos, chacinados y diversas conservas que se utilizaban en la cocina de la residencia.

Galería y huerta.

El amplio espacio verde que Usted observa correspondía a la huerta de la reducción. Originalmente se hallaba rodeada por un muro. Se ubicaba detrás del templo, de la residencia, de los talleres y del cementerio. Constituía un magnífico jardín en el que predominaban los duraznos, los naranjos, los limoneros, las sidras, las plantas medicinales y vegetales como las zanahorias, la lechuga, los repollos y demás verduras propias de la cocina. Satisfacía los hábitos alimenticios de los sacerdotes y de aquellos que visitaban la reducción y eran agasajados como comensales. También se recurría a los productos de la huerta para fortalecer la alimentación de las personas enfermas. En general la población guaraní no apetecía de los productos vegetales de la huerta, ya que su alimentación se basaba principalmente en las raciones diarias de carne, en el maíz, los porotos y la mandioca.

Letrinas

Detrás del templo y del corredor de la Residencia se pueden observar los vestigios de las letrinas de la reducción, nombradas durante el período jesuítico como “lugares comunes”. Las letrinas instaladas en los pueblos jesuíticos constituyeron una notable obra de ingeniería cloacal que funcionaba mediante el drenaje aprovechando el agua recolectada por los techos del templo, la residencia, los talleres y los espacios abiertos como patios y plaza. En el caso de San Ignacio Miní las letrinas eran vaciadas por un canal que atravesaba todo el huerto de la reducción, para terminar en una laguna de decantación ubicada fuera de la planta urbana de la reducción. De la materia allí decantada se obtenía periódicamente fertilizantes para el mismo huerto u otras áreas de cultivo.

Talleres y segundo patio.

Se lo llamaba también Segundo Patio. Funcionaban allí la herrería, la carpintería, la carnicería, la tahona, la fábrica de rosarios, de carretas, los escultores realizaban sus obras, los plateros sus artefactos para el culto, los pintores elaboraban los colores a partir de diversos elementos naturales, etc.  Era un ámbito de trabajo por excelencia, en donde la actividad bullía durante el día, mezclándose con ruidos, voces, vapores y olores que cruzaban los límites de aquel lugar e invadían el resto del pueblo.

Las Comidas

Los hábitos alimenticios de jesuitas y guaraníes eran muy diferentes en la reducción. Los sacerdotes tenían para su propio consumo una huerta detrás de la residencia, talleres y templo, donde cultivaban duraznos, naranjas, limones, plantas medicinales y vegetales como zanahorias y repollos. En general la alimentación de los guaraníes se basaba principalmente en las raciones diarias de carne, maíz, porotos y mandioca.

Idioma de las reducciones

Oreruba ўbape ereȋbae
ymboyerobiaripĭramo nderera
marȃngatu toico, tou ndereco
marȃngatu orebe, tiyaye
nderemimbotara quie ўbĭpe ўbape
yyayeñabȇ, orerembiú arañabȏnguara
emeȇ curi orebe, hae ndeñỹrȏangȃ ore yñangaipabaecueraupe
orererecomeguȃharaupe oreñỹrȏnunga, eypotareme angaipa pĭpe oreá, orepĭҫĭrȏepe catu mbaepochĭagui.
Amen IESUS.

Padre nuestro, que estás en los cielos. Santificado sea tu nombre.
Venga á nosotros el tu Reyno.
Hagase tu voluntad, así en la tierra,
como en el Cielo.
El pan nuestro de cada día dánoslo oy. Y perdonanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos dejes caer en la tentación, mas libranos de mal.
Amen IESUS.

Oreruba es el nombre del Padre Nuestro en guaraní. El texto antiguo fue extraído del Catecismo de Yapuguay, donde también está como título “Rezo que compuso el venerable padre Fray Ruiz de Bolaños”. El padre Bolaños (de la orden franciscana) hizo la primera traducción del padre nuestro antes de 1600. Una versión un poco cambiada de la de Bolaños aparece después en el catecismo de Montoya (1639).
Fuente: Nicolás Yapuguay, Explicacion del Catechismo, Santa María la Mayor, 1724.

Posada

El ingreso de los criollos o españoles a las reducciones estaba prohibido. Eran pueblos exclusivamente indígenas y se trataba de impedir que se establecieran contactos entre los guaraníes y los españoles, por considerar que éstos podrían influir negativamente sobre los hábitos de vida de los aborígenes. Sin embargo, algunos pueblos, entre ellos San Ignacio Miní, tenían autorización para recibir periódicamente a españoles a fin de entablar, por medio de los sacerdotes y el Cabildo, tratos comerciales. Para tal fin en la reducción de San Ignacio Miní existía la Posada, una construcción donde se hospedaban los visitantes españoles o criollos y donde además podían guardar en depósito su mercancía, evitando todo tipo de contacto directo con los pobladores guaraníes de la reducción. La sólida construcción proporciona la imagen de una prisión o cárcel, con una sola comunicación con el exterior y con varias dependencias, en su mayoría depósitos, distribuidas en torno a un patio central.

Cotiguazú.

Era un conjunto de habitaciones que rodeaban un patio central. Se ubicaba en alguno de los extremos del pueblo, generalmente cercano al cementerio. En el Cotiguazú eran recluidas las mujeres cuyos maridos se ausentaban de la reducción por algún motivo, las viudas que no tenían familiares y las niñas huérfanas. La principal tarea que desarrollaban las mujeres recluidas era el hilado de la lana y del algodón. Poseía una sola puerta de acceso, la que era abierta únicamente con dos llaves, una desde el interior, a cargo de una celadora, y otra desde el exterior, a cargo del Corregidor o del Padre Cura.

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